domingo, 4 de abril de 2021

Ruta Teresiana "OTRA MIRADA"

 





Otra mirada

La protagonista, la estrella de este reportaje, es Santa Teresa de Jesús, quizás uno de los personajes más importantes del santoral católico. Como escritora, su figura y su obra transcienden las fronteras de España para convertirse en una figura internacional, referente indispensable de las letras Hispanas en verso y prosa. Patrona de Ávila, santa muy querida en esta ciudad y en toda la provincia.

En este reportaje fotográfico se tocan dos aspectos: por un lado el histórico-informativo, en el que, a través de notas sucintas expuestas en los capítulos introductorios que preceden al visionado de cada uno de los lugares, y en los pies de fotos, he tratado de plasmar los datos artísticos y cronológicos más importantes y significativos de cada uno de los lugares de la Ruta, con el objetivo de que se pueda ubicar el lugar y el contexto histórico. El otro aspecto es el artístico y se manifiesta a través de 233 diapositivas, cronológicamente ordenadas, donde se recogen las imágenes de los lugares que la Santa habitó o fueron su lugar de paso: monumentos, edificios y calles por las que un día ella transitó. Fotografías todas ellas muy típicas y, por lo tanto, cientos de veces reproducidas en diferentes formatos; pero, en este caso, a cada una de mis fotografías las he querido dar un matiz distinto, un toque personal, para lo que me he permitido “la licencia” de enmarcarlas con la figura de Santa Teresa.

He tratado de recoger con mi cámara una forma distinta de ver cada lugar, cada monumento. He fotografiado cada edificio, cada lugar, cada monumento varias veces, si era necesario, a fin de encontrar la mejor perspectiva, el mejor encuadre, la luz idónea. Cada una de las fotografías del reportaje, todas captadas por mi cámara, es única, especial, tratada de forma personalizada en la postproducción. Todas ellas, en conjunto, pretenden acercar al público una visión distinta, CON OTRA MIRADA, desconocida y, lo más importante, SINCERA, no sólo de los lugares teresianos sino de otros monumentos de la ciudad de Ávila, ciudad honrada con el título de “ciudad Patrimonio de la Humanidad”.

Ávila, 21 de diciembre de 2009

Bruno Coca Arenas





Serafín de Tapia

¿POR QUÉ NOS INTERESA A LOS PROGRESISTAS

LA FIGURA DE TERESA DE JESÚS?

El 28 de marzo se celebra el 488 aniversario del nacimiento de Teresa, hija de Alonso Sánchez de Cepeda y de Beatriz de Ahumada. A modo de conmemoración y en homenaje a esta mujer excepcional, escribo estas breves líneas para dejar constancia de por qué me atrae su figura:
      Porque su vida y su obra literaria son un testimonio evidente de la fecundidad del mestizaje cultural propio de la España postmedieval: ella, aunque obsesionada por mantenerse en la ortodoxia cristiana, no renunció a la curiosidad intelectual heredada de sus antepasados judíos mientras integraba en sus escritos alguno de los símbolos más profundos de la mística islámica.
     Porque, rompiendo una tradición de siglos y enfrentándose a las autoridades y a casi todo el clero, estableció que los monasterios fundados por ella tenían que vivir en la absoluta pobreza, sin aceptar rentas y manteniéndose las monjas con las limosnas que voluntariamente les dieran y "con la labor de sus manos" ya que "quien quisiere comer, que ha de trabajar" (Constituciones, II, 6). Esta dignificación del trabajo manual era algo insólito en la España del Siglo de Oro.
     Porque en una sociedad cuyos valores dominantes eran el linaje y el honor, ella se atrevió a fundar conventos donde -en un ámbito de igualitarismo y pobreza voluntaria- sólo se valoraba la virtud individual.
     Porque, en el desarrollo personal de su fe cristiana, supo combinar con naturalidad una intensísima religiosidad interior y un eficacísimo compromiso social en la reforma de la Iglesia.
     Porque, captando lo mejor del Humanismo cristiano de la época, prescindió en su propia vida y en su obra tanto del rigorismo como de la relajación religiosa, a la vez que ahondaba como nadie en el conocimiento del alma humana.
    Porque, en una Castilla donde el temor al contagio luterano era obsesivo y se vigilaban con saña las creencias y los sentimientos religiosos, ella fue capaz -no sin grandes sufrimientos y riesgos- de desarrollar una espiritualidad personalísima a través de la cual alcanzó su libertad interior. Esto lo logró a pesar de que jamás ocultó a sus consejeros ninguno de sus sentimientos y experiencias contemplativas -por excepcionales que fueran- y de que partía con dos pesadas rémoras: ser mujer y ser descendiente de judeoconversos.
     Porque en un generalizado ambiente antifeminista (Fray Luis de León, que era un intelectual avanzado, decía "la mujer de su cosecha dice flaqueza y mudanza, y liviandad y vileza y poco ser" pues "de su natural es flaca y deleznable más que ningún otro animal") fue capaz de llevar a buen puerto una Reforma moderna donde a la mujer se le garantizaba el derecho a la vida espiritual plena.
Porque en un mundo jerárquico y de hombres -donde no eran raros los clérigos misóginos, como aquel que la calificó como "fémina inquieta, andariega, desobediente y contumaz"- supo moverse con habilidad y atrevimiento aunque sin renunciar nunca a su voto de obediencia.
     Porque, aunque la mentalidad cristiano vieja imperante asociaba la ascendencia judía con la heterodoxia religiosa, tuvo la valentía -a pesar de ser consciente de su origen judeoconverso- de apartarse de las convencionales formas de la oración vocal para adentrarse en la sospechosa oración mental privada, es decir, en la búsqueda de una relación directa y autónoma con Dios, a través de la cual alcanzó la inefable experiencia mística.
     Porque, a pesar de que la Inquisición la observaba buscando en su vida o en su obra desviaciones de "alumbradismo", siempre tuvo una actitud independiente y valiente, llegando hasta criticar veladamente a los inquisidores y sus métodos.

Serafín de Tapia
Historiador 
[Publicado en Diario de Ávila, 28-III-2003, pág. 2]




Bruno Coca Arenas


A mí también me interesa

He querido anteponer a mi presentación del reportaje fotográfico “Ruta Teresiana de Ávila “OTRA MIRADA”, el artículo que escribió don Serafín de Tapia (Catedrático de Historia), publicado por el Diario de Ávila el 28-III-2003, porque soy consciente de lo extraño o atípico que puede resultar que una persona como yo, que en el ámbito de las creencias y de las cuestiones de Fe me declaro no creyente o agnóstico, haya realizado un trabajo sobre la figura de Santa Teresa de Jesús. Suscribo, plenamente, las respuestas a los porqués que mi querido maestro y amigo plantea (una voz académica, respetada y reputada) para explicar el interés, en unos casos, o la admiración en otros, por el que se sienten atraídas las personas que están fuera de la Fe católica por esta mujer excepcional que fue Teresa de Cepeda, más conocida como Santa Teresa de Jesús.

Es evidente que la figura de la Santa no es de uso exclusivo o de consumo interno de la Iglesia católica sino que su figura, su obra literaria, su personalidad controvertida, su ejemplo de vida, transcienden las fronteras de la ortodoxia confesional para convertirse en patrimonio de todos aquellos que hoy día, con la distancia que da el tiempo, reconocemos y valoramos el legado de su obra como escritora y, sobre todo, aquellas actitudes que la llevaron a enfrentarse y plantar cara, con valentía y coraje, a las numerosas dificultades que tuvo para llevar a cabo su renovador proyecto.

Bruno Coca Arenas

Ávila, 21 de diciembre de 2009

 

Teresa de Jesús, PATRIMONIO DE TODOS

A principios de la década de los 70, en los años del período de mi existencia que pasé recluido en el Seminario de San Fernando de Madrid (entonces lo regentaban los Salesianos, hoy es un Instituto público), fue cuando tuve mi primer encuentro con Santa Teresa de Jesús, escritora. Por primera vez escuché en clase de lengua y literatura una de las poesías más emblemáticas de la Santa: “Vivo sin vivir en mí […]”. Este poema, o por lo menos su primera estrofa, siempre ha resonado en mi cabeza de forma recurrente. Siempre me he preguntado por las razones de la insistencia de que este verso acuda a mi mente. Si soy sincero, no sabría dar una explicación lógica. Uno se aprende en su época estudiantil varias poesías, que en su momento las recitamos de carrerilla, bien porque el profesor de turno nos ha obligado a memorizarla, o por puro placer. ¿Quién no se ha sabido y recitado de memoria la famosa poesía de José de Espronceda “Con cien cañones por banda …”? Es posible que mucha gente te recite, después de haber trascurrido un montón de años, las poesías que aprendieron en su niñez; mi madre, por ejemplo, recita todavía con todo lujo de detalles el verso que leyó el día de su primera comunión. Yo, la verdad, no recuerdo ninguna poesía, salvo alguna que otra estrofa, pero en particular, ésta de Santa Teresa siempre la he tenido en mi recuerdo, fresca como el primer día que la aprendí.

En otros períodos de mi vida ya había leído fragmentos de alguna de las obras de la Santa, pero ha sido ahora, con motivo de la realización de este reportaje, cuando he tenido que repasar aquellas lecturas y adentrarme además en algunas de las innumerables biografías editadas sobre su vida. Este trabajo me ha servido para redescubrir a esta mujer de dimensión universal. Día tras día, minuto tras minuto de los que he pasado en los lugares de la Ruta Teresiana para hacer las fotografías del reportaje; frescas las lecturas retomadas de su obra y de su biografía, y realizando el mismo ejercicio de abstracción mental, como cuando leo una novela histórica o veo un película de época, la lectura o la visión de imágenes me transportan (imaginariamente) al tiempo en el que se sitúan los hechos. En cada edificio de los lugares teresianos, en cada una de sus estancias donde experimentó sus transformaciones corporales, o en las calles por la que transitaba para ir de convento en convento, a las iglesias, junto a las muralla, en los Cuatro Postes, la catedral, sus ermitas e iglesias románicas y por un sin fin de edificios, si cierras los ojos y haces un ejercicio de imaginación puedes sentir que en todos esos lugares se respira su presencia, resuenan todavía sus pasos y sus palabras.

Hoy todos esos lugares, con un valor histórico artístico incalculable, forman parte de la imagen, son la carta de presentación -junto con la figura universal de la Santa- de la proyección única e incomparable que tiene la ciudad de Ávila a nivel mundial. Los abulenses –incluidos los de la provincia- nos sentimos orgullosos de nuestra ciudad, la cual posee este patrimonio artístico cultural y que además ostenta, merecidamente, entre otros sus títulos, uno de los más valiosos: ciudad patrimonio de la Humanidad.

Una Santa sensual y líder revolucionaria

Estoy convencido que Teresa de Jesús, Teresa de Cepeda y Ahumada (1515-1582) fue una mujer hermosa, una monja valiente y una poetisa de extrema sensibilidad. Son legión los seguidores, estudiosos de su vida y de su obra, que afirman que ella describió sus experiencias místicas como si fueran orgasmos carnales. Quizá esta idea no sea tan descabellada. Yo, desde mi absoluta ignorancia (perdonad mi atrevimiento), me he abonado siempre a esta hipótesis, pues desde siempre he percibido esa sensación después de leer sus obras. Así mismo, creo que no soy el primero que ha querido huir de "la Santa Teresa de las estampitas, de las figuras de postal" (reconozco que para ilustrar el reportaje me he comprado un montón de ellas) para acercarme a fondo a esa Teresa "mujer, humana, sexual, revolucionaria, feminista, inteligente y verbosa".

Ahí está todo lo escrito sobre esta GRAN MUJER por una legión de intelectuales: todos se muestran de acuerdo en afirmar con rotundidad que Santa Teresa fue una de las primeras mujeres de la historia que se negó a aceptar los roles femeninos que le ofrecían la sociedad y la Iglesia, No aceptó ni quiso que se la encasillase como a María Magdalena ni como la Virgen María, esos dos arquetipos tan en uso en aquella época; ni tampoco se resignó ni aceptó el papel de ser esposa y madre esclava. Por eso ella escribió “la libertad está en la celda”. Ella se mostró siempre en contra de la jerarquización estamental de la época y en contra de la organización patriarcal; su voluntario encierro en el convento significaría la liberación de muchos convencionalismos. En su libro El libro de la Vida defendía la postura de Cristo para con las mujeres; pero su lucha se centró en un feminismo empeñado en reclamar el protagonismo de las mujeres en su vida espiritual y de oración. Pero lo que la hizo extraordinaria de verdad fue su capacidad para expresarlo todo, incluso sus más íntimos sentimientos y experiencias: el amor, la mística, la sexualidad, la política...". En su “Libro de la vida, en Las moradas o en Camino de perfección” decía que lo único que hacía era ayudar a que sus hermanas en religión entendieran la oración, ya que las mujeres entre sí se entienden mejor. Sirvió para que la siguieran posteriormente en sus pasos otras mujeres que perseguían avanzar en su propia identidad con las experiencias personales. Y no vean cómo influyó en la política de la época. Ella puso el dedo en las heridas más sangrantes de la Iglesia, que todavía duelen hoy. Habló del papel de la sexualidad; protestó por la atroz situación de la mujer dentro de la Iglesia, abogó por una Iglesia sin clases, ni pobres ni ricos, y puso encima de la mesa el balance entre el poder político y el poder espiritual de la Iglesia; y lo bonito y realmente extraordinario es que algunas de esas batallas las ganó, con tesón, con valentía.

De todos modos es posible, tal y como están las cosas, que la visión que Santa Teresa tenía de entender y querer transformar el mundo de su época, tal como la interpretan los estudiosos y algún que otro teólogo progresista (a cuyas tesis yo, modestamente, me abono), provoquen algunas “llagas y cilicios” en los sectores más conservadores de la Iglesia. Podemos ver cosas escritas en todos los ríos de tinta que han corrido para disertar sobre la vida y obra de La Santa que a mucha gente no le gustarán; pero yo estoy convencido que todos estos autores que se han salido del camino recto de los dictados de la ortodoxia de la Iglesia Católica y Romana, lo han hecho con rigor científico, siempre intentando ser fieles al espíritu de Teresa y coherentes con sus propias conciencias al escribir sobre ella. Como cuando tratan de explicar aquellos momentos sublimes en los que la Santa describía su relación con Cristo. Ella expresaba esta experiencia como una relación muy sexual. En sus transverberaciones –según todos los expertos, un proceso espiritual y carnal muy complejo que se parece mucho a un acto sexual pero que no se puede reducir a la palabra orgasmo, porque muchísimas mujeres tienen orgasmos y santa Teresa sólo hay una-, se sentía traspasada por el dardo de Dios; así que, si hay escándalo, será suyo, no de los que ven e interpretan esta perspectiva de forma aséptica –eso entiendo yo-, descrita e interpretada desde el agnosticismo o la no creencia. Todo eso está en sus libros, en sus poemas. Ella era nieta de un judío converso; santa Teresa de Jesús ingresó en el monasterio de la Encarnación, de Ávila, cuando tenía 20 años, entre fuertes rumores de "honra perdida". Ella nunca fue clara sobre eso; aunque escribió que corrió graves peligros y algo así como "honra no la perdí, que Dios no me dejara".

Para terminar, diré que todas las palabras y comentarios expresados en este breve relato, con el que pretendo mostrar mi visión de la Santa, no tienen valor más allá del que se pueda dar a la visión y opinión personal de alguien que ha tratado de acercarse a este personaje histórico, como lector neófito de su obra. Estas palabras pueden servir como un modesto complemento al reportaje fotográfico con el que pretendo enmarcar de forma sucinta la trayectoria vital de la Santa en la ciudad. Me daba la impresión, al revisar el reportaje, que éste quedaría un tanto desangelado si no le sumábamos algunas pinceladas de historia. Además, sentía la necesidad, después de hacer las investigaciones y las lecturas, de que las sensaciones y emociones que había experimentado en el transcurso de la realización del reportaje no podía dejarlas almacenadas sólo en mi interior; debía volcarlas sobre el papel para transmitir mi estado de ánimo, para compartir esta experiencia con los asiduos visitantes de esta página web.

En los meses que ha durado la producción del reportaje he tomado centenares de fotografías y he recopilado multitud de datos con los que he podido elaborar y formar mi particular visión de este personaje. Pero, lo que considero más importante es que me ha ayudado ha establecer un criterio propio con el que poder entender y abordar la obra de este personaje. Desde que realicé el primer esbozo de proyecto hasta la finalización del trabajo he tratado de hacerlo sin ninguna pretensión academicista (yo no tengo formación para tales pretensiones) pero sí lo he hecho utilizando el método y la acción empírica, apoyándome en todo momento en los trabajos bibliográficos que glosan la vida y obra de la Santa. Por eso, mi deseo es que estas palabras se tomen como algo absolutamente personal y que a la hora de ser valoradas no estén sujetas a ningún tipo de análisis académico ni juzgadas desde la perspectiva del máximo rigor histórico-científico. Y, para curarme en salud, si alguien se siente ofendido en su sensibilidad como creyente, o por otras razones, le ruego con anticipación que acepte mis más sinceras disculpas.

Ávila, 21 de diciembre 2009
Bruno Coca Arenas




¿Por qué, para qué y cómo se ha hecho este reportaje?

El germen del proyecto

Si soy sincero, no entraba dentro de mis proyectos inmediatos la realización de un trabajo de estas características y con la dimensión que al final ha resultado tener este reportaje fotográfico.

Todo empezó el día 15 de octubre, con motivo de la festividad de Santa Teresa. Tenía previsto hacer el reportaje de la procesión de la festividad de Santa Teresa, como algo que había dejado pospuesto en el apartado de proyectos pendientes desde el día que hice otro reportaje (con mi vieja cámara analógica Nikon F301) hace a hora dieciséis años, y que dejé incompleto en aquella ocasión. Después de hacer ese día decenas de fotografías de la procesión me puse a trabajar en todo el proceso que requiere la producción de un reportaje en formato PowerPoint. En primer lugar, de las fotografías que había hecho seleccioné ciento cincuenta. Seguidamente, procedo a realizar el retoque personalizado, una por una, de todas las fotografías elegidas: luz, color, contraste, enfoque etc. El siguiente paso fue recabar información sobre el nombre de las imágenes que ese día -aparte de la imagen de Santa Teresa- iban en la procesión. Me intereso, también, por conocer el nombre de las asociaciones, las bandas de música, las personalidades que van en el cortejo, para colocar después el pie de foto informativo.

Por último abordo uno de los trabajos que considero más tediosos y que me ocupan un tiempo considerable en la producción, maquetación y montaje: la búsqueda de un tipo de música adecuada para cada capitulo del reportaje que, más o menos, se adapte al contenido de las imágenes o que, al menos, no produzca demasiadas estridencias. En esta ocasión he tenido la gran suerte de encontrar, después de una intensa búsqueda, el concierto que estrenó en Ávila, en el año 2003, la cantante y pianista Sonnia L. Rivas-Caballero. Esta magnífica concertista ha musicado varios de los poemas más importantes de los místicos del siglo XVI, entre ellos, los más relevantes y hermosos de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. Música ésta, en definida, que viene como anillo al dedo para visionar las imágenes y que crea la atmósfera adecuada para el disfrute de los sentidos de la vista y del oído.

Cuando estaba trabajando en el montaje de los capítulos de la procesión pensé: ¿no sería interesante añadir en la introducción de cada uno de estos capítulos, a modo de encuadre de la figura de Santa Teresa, una fotografía de los lugares en los que habitó o por los que pasó? Dicho y hecho. Me eché de nuevo la cámara al hombro y encaminé mis pasos en dirección, en primer lugar, a la casa natal y, después, uno por uno fui tomando una o dos fotografías de las fachadas y del interior de los lugares y monumentos teresianos.

Después de terminar este primer circuito de visitas, compruebo que había hecho 30 ó 40 fotografías de las localizaciones de estos lugares, cantidad que sobrepasaba las posibilidades de uso para lo que las quería utilizar. Fue en ese preciso momento, viendo todo ese material, cuando se me ocurrió la feliz idea de hacer un reportaje exclusivo de los lugares de la ruta Teresiana. Pero, claro, con las fotos que había hecho para el reportaje de la procesión no tenía suficiente para completar uno exclusivo dedicado a la Ruta Teresiana. Hay que tener en cuenta que los lugares de los que hablamos suman, más o menos, diez edificios principales (varios de ellos con dependencias menores), distribuidos por distintos puntos del casco urbano de la ciudad, entre otros el Monasterio de la Santa (Casa natal), Palacio de Núñez Vela, Iglesia de San Juan Bautista, Monasterio de San José, Monasterio de la Encarnación, etcétera. Lugares a los que había que fotografiar el exterior y el interior, con el mayor número posible de tomas de sus edificios anexos y dependencias.

Redacté a vuela pluma un esbozo del proyecto de reportaje. De momento me sentí abrumado ante la envergadura de lo que estaba viendo sobre el papel. Las visitas que había que realizar a cada uno de los lugares, recopilar bibliografía y documentación sobre la Santa, releer alguno de los capítulos de su Libro de la Vida, etc. Quería presentar el trabajo en esta página web de Bercial en el plazo de un mes o, como máximo, en dos; poco tiempo para realizar un trabajo de esa envergadura. Me dispuse a pensar en cómo optimizar el tiempo de que disponía para emplearlo en este trabajo. Si sólo dedicaba las tardes para realizar las visitas y las fotografías, en ese tiempo no sería posible recopilar el material necesario, pues era de prever que me tocaría hacer una visita a cada uno de los lugares para fotografiar los exteriores y, más de una, para los interiores (como así ha sucedido). Al final tomé la decisión de coger quince días de vacaciones que me quedaban de este año y emplear algunos días de este tiempo; sumando, además, los fines de semana con dedicación exclusiva sería posible estrenar el reportaje en esta página web en la primera quincena de diciembre.

La finalidad
El reportaje en su totalidad, como no puede ser de otra forma, está basado en las imágenes, eso sí, relacionadas todas ellas con el motivo principal y protagonista del mismo: la Ruta Teresiana, con los monumentos y lugares de su recorrido por la ciudad de Ávila. Este tipo de documento visual no da lugar a introducir textos extensos (para eso están los libros y publicaciones relacionados con este tema) pues la mayoría de las diapositivas tienen un tiempo de visionado muy limitado de 5 a 10 segundos. Por esta razón los textos introducidos suelen ser breves, y en su mayoría del tipo de pie de foto. Si en alguna ocasión he introducido alguna diapositiva con un texto más extenso ha sido por la necesidad y exigencia del tema que estamos tratando. Pretendo con ello que el espectador tenga una referencia mínima para ubicar el lugar y el contexto histórico; pero, al mismo tiempo, que su lectura no lo distraiga de fijar su mirada y atención en lo fundamental, las imágenes. Por esta razón el motivo del trabajo es mostrar los lugares teresianos desde la perspectiva visual, en la que a cada una de las diapositivas se le añade una pincelada histórica con una dosis de texto mínima que sirva para ubicarnos en el contexto de la época y situarnos en el entramado urbano para localizar los monumentos. En definitiva, la ruta teresiana, sus lugares y su historia, es el marco imaginario (como si se tratara de una exposición fotográfica) con el que he enmarcado, en este caso, cada una de las diapositivas, más la correspondiente banda sonora; con ello se pretende, repito, ofrecer al espectador un material que le permita –mediante un ligero ejercicio de imaginación- transportarse a esos lugares y a aquella época. No sé si lo habré logrado. A mí, al menos, así me sucede.

Para ver el reportaje
He realizado varias visitas a cada uno de los lugares de la ruta, a veces porque la primera fotografía no había salido bien, o, en otras ocasiones, buscando un nuevo encuadre u otra perspectiva. Las fotografías del interior de las iglesias, monasterios y museos, están tomadas sin flash y sin trípode; por este motivo la mayoría de las fotografías tomadas en estos edificios ha supuesto una dificultad técnica añadida. Para tomar esas fotografías, sin el apoyo del flash o trípode, hay que hacerlas a pulso e intentar buscar un punto en el que apoyar el cuerpo para evitar, en lo posible, la vibración de la cámara. Por este motivo, y después de visionar las fotografía en el ordenador, me he visto obligado a descartar muchas de las tomas porque estaban movidas o desenfocadas o tenían mucho “ruido”. Por ello he tenido que regresar dos o tres veces a cada uno de los lugares para hacer nuevas fotografías con mejor calidad.

Para fotografiar los edificios y monumentos de la ruta he seguido una metodología, que más adelante explico, que puede servir perfectamente de guía para visionar cada una de las diapositivas del reportaje con unas mínimas referencias de tiempo y espacio.

En exteriores. Debemos situarnos en la perspectiva de un turista, que desde el exterior va caminando por la calle en dirección, por ejemplo, al monasterio de la Encarnación. Baja al monasterio por la calle Cardeñosa y lo primero que ve al frente, a una distancia de 100 metros, es la fachada principal del monasterio. Si nos colocamos en su posición lo que está viendo esta persona es una perspectiva del edificio en su totalidad, con un plano abierto de 180º. A medida que va avanzando y acercándose el plano y el ángulo de visión se va reduciendo y, al mismo tiempo, va a ver de forma parcial, pero con más detalle, el edificio. Cuando se sitúa a unos 10 metros de la fachada, estará visualizando, por ejemplo, un detalle en primer plano de la estatua en bronce de la Santa Andariega.

En el interior de los edificios y monumentos. Seguimos con el monasterio de La Encarnación, uno de los monumentos protagonista del reportaje “Otra Mirada”. Avanzamos en paralelo a la fachada hasta llegar a la puerta de la iglesia. La primera fotografía del interior de la iglesia que se puede ver en el reportaje se hace desde la parte posterior, en la que se puede distinguir un plano general de toda nave central del templo; en primer término encontramos la bancada y la bóveda y, al fondo, el altar. Nos desplazamos unos metros en la misma dirección y hacemos una segunda foto, esta vez encuadrando sólo el altar y el retablo Mayor. Para terminar la mirada desde la parte posterior, fotografiamos con detalle el punto más importante del retablo mayor.

Situados en la parte del altar mayor nos damos la vuelta para orientar nuestra mirada a la parte posterior del templo. Hacemos una toma general desde esa perspectiva. Si hubiera, como ocurre en la Encarnación, algún motivo de interés en la pared posterior, se hacen varias tomas con detalle de esa parte. Una vez que hemos visto la nave central del edificio, en los dos sentidos y perspectivas, procedemos a realizar las fotografías de las capillas o altares laterales, como en el caso de la iglesia de La Santa o del monasterio de San José.

En los museos. La toma de fotografías en el interior de los museos ha supuesto un reto aún mayor, si cabe, pues, además de las restricciones lógicas para realizar las fotografías (está prohibido usar el flash), hay muy poca luz y, a veces, los espacios son tan reducidos que es obligado utilizar siempre el gran angular como objetivo de referencia, por lo que en algunas tomas aparecen deformaciones de perspectiva, a consecuencia de la cercanía a los motivos fotografiados.

Para capturar las fotografías utilizo siempre dos formatos, JPG y RAW. Esto significa que cada vez que realizo un disparo mi cámara hace dos fotografías. La desventaja de este sistema es que el espacio ocupado en la tarjeta se duplica; la ventaja es que, si la fotografía ha salido con mucho “ruido” (por la escasa luz con la que se ha tomado) o desenfocada, el formato JPG aplica sus propios ajustes por lo que hay pocas posibilidades de corregir la toma; por el contrario, en el sistema RAW, como hace la toma en bruto (tal como la ve la cámara sin hacer ningún tipo de preajuste), tenemos la posibilidad de corregir varios de los errores de dicha toma tales como el “balance de blancos”, reducir el “ruido”, mejorar el enfoque, aplicar profundidad de campo, etcétera, correcciones que no afectarán después en ninguna medida, ni a la calidad de la toma ni a su tamaño. La mayoría de las fotografías, sobre todo las de los interiores, las he realizado en los dos sistemas RAW y JPG pero en post-revelado de los interiores siempre he trabajado con RAW.

Ávila, 21 de diciembre de 2009
Bruno Coca Arenas





REPORTAJE FOTOGRÁFICO


LIBRETO BANDA SONORA



OBRAS COMPLETAS SANTA TERESA (PDF)

1. LIBRO DE LA VIDA




























martes, 27 de marzo de 2018

El nublado rojo


El nublado rojo está ambientado en una época en que Castilla se inundaba de cantares de Rosalía de Castro: "Castellanos de Castilla, tratade ben ós galegos..." Eran los himnos de los segadores que emigraban desde Galicia en tiempos de cosecha. Una tarde de nublado rojo (la peor de las tormentas de pedrisco, según dicen algunas gentes de La Moraña), desaparecieron tres segadores y nadie volvió a saber de ellos.
 

                                                                                          Segadores gallegos de la comarca de Valdeorras (Orense). En los campos de Mamblas (Ávila) 2001 

“De nada sirvieron las plegarias. Nadie olvidó nunca aquel enorme rugido, como salido, de las entrañas de la tierra”
 ¿Dónde están los segadores gallegos? To­dos los que estaban en el campo habían vuelto deprisa al pueblo, algunos ya malheridos por los primeros golpes del pe­drisco. Todos menos ellos.
    Aquella tarde de finales de julio vino el nublado rojo y arruinó las cosechas de toda la Moraña, destruyó casas y caminos, se llevó por delante árboles y huertos y se quedó en la memoria de todos. Fue hace cuarenta años. Los mares de espigas todavía sin segar se mecieron primero antes de morir componiendo una suave melodía y después se agitaron violenta­mente hasta que el vendaval que precedió al nublado las arrancó de la tierra. Y entonces las espigas volaron y pareció como si el cielo negro se las tragara.
     Aquellos tres segadores surcaban el cereal siguien­do la estela de los relámpagos en dirección norte. Y avanzaban más que el resto de las cuadrillas, aunque las hoces hubieran empezado a brillar no con los pri­meros destellos del sol sino a plena luz de la luna y aunque en la casa de don Luciano, el amo de las tierras, aquel verano compartieran una cebolla en los desayunos, con mendrugos de un pan tan duro como los garbanzos y el tocino rancio y amarillo de los almuerzos.

     Pero los últimos que les vieron la tarde del nubla­do aseguran que parecían contentos y que no dejaban de cantar aquellas famosa coplillas de Rosalía, con­ vertidas en el himno de todos los segadores emi­grantes de Galicia:

"Castellanos de Castilla
       tratade ben ós galegos
       cando van, van como rosas
       cando ven, ven como negros..."

Son muchos los que recuerdan la imagen, clara, nítida, imborrable, de los segadores cantando en medio de los trigales. Son más los que saben de aque­lla tarde de nublado rojo. Son todos los que guardan silencio.
     Hay quien puede asegurar que las primeras nubes negras aparecieron en el horizonte casi al despuntar la mañana y enseguida se agarraron en toda la zona de Madrigal de las Altas Torres. Más allá del mediodía La Moraña entera se había oscurecido como en un eclipse y el aire se ensañaba con las ramas de los árboles y con los tejados.
      Las campanas tañían en todos los pueblos para avisar de los peligros que se acercaban.
     Ya volaban las espigas y mientras, los segadores, de cuando en cuando, dicen los que les vieron, lanza­ban sus gorras al aire para después intentar recoger­las al vuelo. Pero el viento se llevaba las gorras y ellos corrían tras ellas. Así una y otra vez. Alguien aventuró que estarían celebrando que aquel día de finales de julio cobrarían los jornales atrasados de la casa de don Luciano.
      Los que huían al pueblo les gritaban en vano que dejaran de segar y se refugiaran.
      Pudo ser que a las cuatro comenzara el aparato eléctrico con una virulencia inusitada y que los rayos se cebaran, a lo lejos, en Madrigal, con la torre de San Nicolás de Bári, que aquella tarde bien pudo rasgarse en dos por la fuerza de la tormenta. Y pudo ser tam­bién que los truenos encogieran el más valiente de los espíritus. Sobre esa hora alguien vio a lo lejos la enor­me nube ensangrentada, que se movía, muy lenta­mente, casi a ras del monte, con su carga mortífera a cuestas.
       -¡El nublado rojo!
      -¡Está aquí, Dios mío, ayúdanos!

Fue hacia las cinco de la tarde cuando la tormenta debió descargar en toda su plenitud. Llovió copiosa­mente, brutalmente, durante largo tiempo. Al termi­nar el aguacero, la nube roja ya había cubierto el cielo. De nada sirvieron las plegarias. Nadie olvidó nunca aquel enorme rugido, como salido de las entrañas de la tierra, que desintegró la nube en millones de gran­des piedras que cayeron sin piedad sobre el pueblo y los campos, igual que una maldición.
     Y nunca más desde aquel día se volvió a saber de aquellos tres hombres que no regresaron a Galicia. El nublado rojo dejó una herencia de malos presagios. Todavía sonaban los ecos de aquellas historias de segadores desaparecidos durante la Guerra Civil que muchos se empeñaban en relegar a los anales de la leyenda negra. Habían pasado algunos años desde 1936 pero la historia parecía ser la misma: muchos los vieron, más los recordaron, todos sabían y todos callaron durante años.
     ¿Dónde están los segadores gallegos?
       Don Luciano cree escuchar esa pregunta entre los aullidos del aire que hoy sopla tan fuerte.
     Es el tiempo de la madurez de todos los frutos de la tierra. El océano de cereal brilla en verano y una leve brisa le hace ondear al atardecer, cuando la luz transforma las mieses en oro. Pero hoy no hay brisa, hay viento huracanado, una mala señal, aunque las modernas máquinas no temen tanto a los nublados. Hace muchos años que ya no bajan segadores de Galicia a trabajar sin descanso bajo el sol que abrasa en verano las austeras tierras de Castilla.
     Don Luciano contempla el vuelo de cientos de espigas arrancadas por el viento mientras pasea por sus tierras y observa el recorrido que va trazando la tormenta. Puede ver el camino que sigue por los pue­blos la cortina eléctrica de lluvia. En el horizonte gris plomizo se recorta, casi imperceptible, la torre de San Nicolás de Bari, que vela desde Madrigal las cosechas y las siegas desde tiempos inmemoriales, de norte a sur y de este a oeste. Otra vez sobre ella se agarrará hoy el rayo y parecerá que quiera partirla en dos. Don Luciano conoce de memoria, y desde hace muchos años, cada paso que da la tormenta en estos parajes.
      Pero hoy no es igual que otras veces. Entre las nubes negras se distingue una teñida de sangre que avanza muy despacio, pero ya sin retomo. La lluvia dará paso al pedrisco que golpeará sus campos hasta destruirlos. Es el nublado rojo, el más terrible de los nublados, que ha vuelto después de tantos años.
      ¿Dónde están los segadores gallegos?
       El viento se lo pregunta a Don Luciano cada vez que llueve para después susurrarle un canto de siega que las espigas acompañan con su danza:

"¡Castellanos de Castilla
         tendes corazón de aceiro
         alma como as penas dura,
         e sen entrañas o peito!"

 Don Luciano, el hombre con más poder del pue­blo, entonces y ahora, temido hasta por alcaldes, curas y beneméritos agentes del orden, tiembla hoy de miedo cuando por fin llueve y siente los truenos sobre su cabeza. Ya sabe que ocurrirá lo mismo que en pasadas tormentas y que verá a lo lejos las siluetas de los segadores gallegos avanzar lentamente entre los campos de cereal, con una mano extendida hacia él y la otra sujetando la boina contra el pecho. Ya se le acercan los segadores. Ya no son siluetas y don Luciano no sabe lo que son las tres figuras que cami­nan hacia él. Ya puede ver la sangre que les brota de las camisas y ya escucha con claridad sus llantos y sus gritos que se confunden con los truenos.

Nunca los había tenido tan cerca como hoy. Ahora puede distinguir sus rostros desfigurados, cadavéri­cos y bañados en lágrimas y escucha sus terribles lamentos con una perfecta nitidez, aunque no entien­de lo que le están diciendo. El pánico ha invadido los sentidos de don Luciano, que se orina en los pantalo­nes.
     Hace cuarenta años, la misma tarde en que des­cargó aquel nublado rojo que sumió a los morañegos en la miseria y en la desesperación durante largos meses, los truenos ahogaron los gritos de tres hom­bres que murieron a la vez que los trigos y las ceba­das. La última sangre viva de las víctimas salpicó a don Luciano, cegado por una ira similar a la de la tor­menta que estaba echando a perder sus haciendas. Rabia transformada en sangre. Sangre en los ojos, en las manos, en las camisas de los muertos. Sangre en la nube que acababa de posarse sobre el pueblo. Los enterró cerca de la carretera. Después comenzó a caer el pedrisco.
     Aquellos tres segadores ya no volverían a pedirle jornales atrasados, ya no le amenazarían más con dejar de trabajar hasta que no cobraran lo que decían que era suyo, ya no le implorarían más con la gorra en la mano y la mano contra el pecho, ya no volverían a sus casas de Galicia, donde madres y esposas les estarían esperando en vano, cada amanecer y cada anochecida, sin comprender jamás por qué sus hijos y maridos no volvían de hacer la siega en Castilla.
     Ahora, a don Luciano le temblaban violentamente las piernas y estaba seguro de que se desplomaría de un momento a otro. Los espectros de los segadores alargaban sus manos hacia él, sin dejar de llorar y gri­tar de aquella forma tan terrorífica, igual que hicieron en la tarde de su muerte, cuando atrapados en una llanura infinita, corrían hacia todas partes y hacia ningún lugar, tratando de zafarse de la escopeta del amo, ya verdugo, que disparaba sin cesar amparán­dose en que los truenos se aliaban con su crimen, silenciando hasta los tiros de gracia con que les remató en medio del campo.
     Tras la orgía de muerte, don Luciano regresó de los campos a su casona, lleno de barro y cansado. Lo primero que hizo fue limpiar de sangre su escopeta de caza.
      Días después también quiso limpiar su conciencia y por eso pagó de su bolsillo el crucero de granito que se colocó a las puertas de la iglesia del pueblo. Con letras negras incrustadas en la piedra, quedó plasma­do un recordatorio: "Don Luciano Jiménez, ilustre hijo de la villa y mejor cristiano, donó este monu­mento con el fruto de su trabajo".
     Cuántas manos pudo estrechar don Luciano aque­lla mañana de domingo a la salida de misa, mientras, con gran pompa y celebración, quedaba inaugurado el crucero. Cuantas veces pudo explicar su honrada motivación:
     -Es para pedirle a Dios que vengan buenos tiem­pos para los campos, para que no pase más la de este año, para que no vuelva el nublado rojo.

       Y desde ese mismo día, cuántas veces pudo oír, o creyó oír, entre la multitud, un susurro que se alzaba como si fuera un clamor. ¿Dónde está esa cuadrilla de segadores que trabajaba en la casa de don Luciano? ¿Acaso se han marchado ya a su tierra?
       -¿Dónde están aquéllos segadores gallegos que trabajaban en su casa, don Luciano ? No se les ha vuelto a ver por aquí -le preguntó un día el tabernero.
       -No sé dónde andarán, se marcharon sin avisar y no he vuelto a verles el pelo.
       Don Luciano trató en vano de cambiar de tema.
     -Me han dicho que esta noche volvieron los lobos...
     -¡Qué raro!, si parecían muy formales, los hom­bres...
     -Hay que hacer algo, o esos cabrones terminarán con todos los rebaños y no están los tiempos como para andar perdiendo dinero.
     -Fíjese, que el más joven, sí, ése que debía ser de una aldea de cerca de Mondoñedo, estuvo enseñan­do al personal una foto que tenía de su novia. Una chica muy guapa, sí señor. Que si se iba a casar en cuanto volviera de hacer la siega, decía...
      -Es que ya es la tercera vez que bajan los bichos en lo que va de mes. Menudo destrozo están haciendo... ¡Serán cabrones! Si me los echo a la cara les abro la cabeza de un tiro.
      "Como a los segadores", creyó don Luciano, ate­rrado, que habría pensado el tabernero en ese momento, mientras ambos se sostenían la mirada en silencio.
       -Cóbrate, que me marcho.
       -¿No quiere hoy otro vino, don Luciano?
       -¡No!
      Al salir de la taberna, había comenzado a llover. Era la señal del viento para torturarle otra vez bufán­dole al oído una letanía de preguntas:
       -¿Por qué los mataste, a ellos, que nada poseían más que su vida?
       -Yo no les maté -masculló entre dientes don Luciano.
       -Mientes, don Luciano, claro que los mataste, que yo te vi.
       El viento movía papeles y hojas que había tirados en el suelo y golpeaba puertas y ventanas de las casas del pueblo.
      -Nadie me vio -sentenció don Luciano.
      -Yo diré a las gentes que fuiste tú, don Luciano, el asesino de los segadores -soplaba, casi chillaba, el viento.
      Y aunque esta amenaza se cumpliera, aunque en las plazas y en los mercados de La Moraña se hicie­ran corrillos de murmuradores, aunque todos los dedos acusaran a don Luciano, el silencio reinó en la llanura de Ávila.
      Pocos meses después, otra tarde lluviosa de otoño, don Luciano vio por primera vez a los segadores que corrían, a lo lejos, entre los campos. Con los años comenzó a acostumbrarse a estas visiones que ya no le abandonarían y que siempre acompañaban a la voz del viento en en los días de aguacero.

***
    Don Luciano llora ahora también y grita igual que los fantasmas de los segadores, que ya se encuentran a menos de un palmo de distancia.

-Os pagaré lo que os debo, os pagaré, lo juro, os pagaré...

Puede ya mirarles a los ojos y ante él aparecen des­plegados, con todos sus matices, como en una película a cámara lenta, cada gesto de dolor de hace cuarenta años, cada mueca de miedo, cada jadeo de la huida desesperada, cada grito de pavor ante la certeza de la muerte, los llantos de impotencia, el clamor de las últi­mas oraciones desordenadas...

Y el viento, ya huracanado, entona, más intensos que nunca, los acordes de un canto de siega:

"Cando foi, iba sorrindo,
      cando ven, viña morrendo;
      a luciña dos meus ollos,
      o amantiño do meu peito"

Don Luciano ya está a punto de tocar con sus dedos a los tres fantasmas.

-¡Ay, mi cosecha, ay, mis tierras! -dice mirando a un cielo que ha descendido, negro y rojo, hasta las copas de los árbo­les.
      Entonces los segadores se abalanzan sobre él, sin dejar de gritar. En ese momento don Luciano se hinca de rodillas en el barro y pide clemencia.
      Pero el rugido inmenso de la nube colorada partién­dose en millones de piedras oculta la súplica. Ni siquie­ra el viento ha podido escucharle.

 ***
El cuerpo de don Luciano lo encontraron horas más tarde. Estaba lleno de señales moradas que dela­taban, según se dijo, los golpes del pedrisco. Tenía los ojos desencajados y su rostro dibujaba una expre­sión que infundió un gran espanto a los que vieron el cadáver. El nublado rojo hizo crecer los arroyos hasta sacarlos de sus cauces naturales. Las tierras, la carre­tera y después las casas del pueblo, se inundaron. La riada, cruel e iracunda, no sólo anegó todo lo que encontró a su paso. También desenterró tres esque­letos de una cuneta lejana y los arrastró con fuerza hasta la puerta de la iglesia. Allí quedaron, junto al crucero de granito, los huesos y las calaveras, com­poniendo una macabra danza en medio del barro y de los charcos, hasta que alguien tuvo el valor de reco­gerlos y llevarlos al cementerio.

Y, al igual que sucedió hace cuarenta años, otra vez, hasta hoy, todas las voces callaron.

 3 de marzo de 2005

El relato:

Milagros Gil Lázaro nació en Ávila en 1973 y es periodista. Ha desarrollado su labor profesional en distintos medios de comunicación, siempre en el ámbito de Castilla y León, como en  Europa Press, TVE, y ABC. Con el relato “El nublado rojo” recibió, este año, el Premio de Narrativa de la Asociación de la Prensa de Ávila.

Fotografías:

José Luis Nogueira
Bruno Coca
1.- Las fotografías de las siegas están tomadas en los campos de Mamblas en en el año 2001, con motivo de la escenificación de la siega por los segadores gallegos de la comarca de Valdeorras (Orense) y en el marco de la fiesta "Los segadores gallegos en Castilla".
2.- La fotografía de los segadores de pie, pertenece a un fotograma de la película "La venganza" de Antonio Bardem, que se estrenó en 1958.


viernes, 26 de enero de 2018

El gallo: el otro protagonista de las "fiestas de quintos"

VIEJAS HISTORIAS DE BERCIAL
El gallo: el otro protagonista de las "fiestas de quintos"

Desde tiempo inmemorial, los quintos de los pueblos castellanos celebraban sus "fiestas" con un rito sacrificial en el cual el protagonista es un animal, optan en todos los lugares por un ave que viene acompañando al hombre desde la Prehistoria; el gallo.

Los mozos quintos, por imperativo de la edad y de la costumbre estaban obligados a decidir si llevarían a cabo “la hazaña” de correr el gallo. Es obvio que siempre estaban dispuestos: la satisfacción, el prestigio, la ilusión, el deber de correr el gallo se imponía a cualquier dificultad. Era la fiesta de los quintos.
En Bercial, el día de San Antón, los quintos del año eran los encargados de hacer la “carrera de gallos”. Se corría a “lomos” de una yegua, un caballo o un burro. El día de la corrida del gallo era una gran fiesta para todos los vecinos. En el lugar elegido, la calle Medina, se colocaban dos postes o dos carros, entre los que se tensaba la cuerda donde se colgaba el gallo. El comienzo de la prueba, la parte fundamental del rito de paso, se hacía como en el resto de fiestas: una comitiva salía desde la casa de uno de los protagonistas recogiendo a todos los demás hasta llegar al lugar de la celebración. Los mozos, montado en sus caballos al galope, ejecutaban la sentencia de muerte del gallo, agarrando al galope la cabeza para arrancársela con la fuerza de la carrera.
 El “trofeo” consistía en arrancar la cabeza de un gallo vivo, que estaba colgado de una cuerda, para después regalársela a la novia, a una amiga o a una hermana. La agasajada correspondía regalándole al quinto-mozo un puro envuelto en un pañuelo bordado por ella. Me cuentan, que hace muchos años (60, más o menos) Gaudencio Rodríguez le entregó la “cabeza” del gallo a Eleuteria Coca.
También, ese día, de madrugada, salíamos los monaguillos esquila en mano y dirigidos por el señor Epifanio Velázquez (padre de Cruz) recorríamos todo el pueblo, con el carretillo de rueda de hierro y varias cestas de mimbre. Íbamos llamando de casa en casa, pidiendo una “limosna pa San Antón”; los vecinos entregaban algunas viandas de la última matanza: chorizos, perniles de tocino, chorizo “bofeño”, pies, chicharrones, un gallo, etc.
Todo lo que reuníamos lo llevábamos al cancel de la iglesia (por donde sale San Blas) y allí se subastaba entre los vecinos. El encargado de la subasta era el señor Serafín Garzón. Yo recuerdo que en varias ocasiones el remate se lo llevó Gaudencio (“Chencho”) Rodríguez Arenas, otro año Eleuterio y, anteriormente, mi tío Julián Rodríguez. El dinero recaudado estaba destinado a los fondos del mantenimiento de la Iglesia.
Como se ve en las fotografías que adjunto, en 1998, desde el gobierno municipal de IU, intentamos recuperar esta tradición ancestral, cambiando los caballos por bicicletas y, al sufrido gallo, por las cintas. Ahí se ve a los mozos y mozas en ciernes (quintas, 2003 y 2004): Fernando y Sara, intentando coger las Cintas. También salimos por el pueblo a pedir. Como antaño, la gente fue muy generosa en la entrega de viandas. Entre lo donado estaba un hermoso gallo de corral.
El “remate”, al que acudieron decenas de vecinos, se hizo en el salón nuevo. La puja por el gallo estuvo muy disputa y emocionante, pero después de varias pujas, el que se llevó le remate, fue Amancio Rodríguez. Lo recaudado se lo entregamos a una ONG.
Bercial de Zapardiel, 25 de enero de 2018  
 
Bruno Coca Arenas

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